Nuestro pueblo es muy
dado a las supersticiones, a los cuentos y leyendas. Es por eso que al tomar
actualidad el relato del crimen de la calle Aramberri, cometido en abril de
1993, en que fueron masacradas dos mujeres, madre e hija, por cuatro depravados
sujetos que convirtieron el lugar en una espantosa carnicería, la gente
comienza a ser presa de la curiosidad o morbo
y no falta quienes se acerquen a la vieja casona a encender veladoras;
algunos toman fotografías y creen ver imágenes de ultratumba en forma de
calaveras. ¿Miedo? un poco...
Pase por allí hace
unos cuantos días a media mañana, en plena luz del día, la vetusta construcción
de sillar a punto de caerse está cercado con malla metálica para evitar la
entrada de curiosos a quienes puede caerles encima una pared o techo. Afuera de
la casona, en la banqueta, había aproximadamente una decena de jóvenes
estudiantes con su acostumbrada mochila colgada de los hombros sobre la
espalda. Estos muchachos curioseaban asomándose por puertas y ventanas con la
esperanza de oír o ver algo.
Son tantas las
patrañas de la gente que todavía cree en fantasmas y aparecidos, que unas
personas se imaginan escuchar gritos y lamentos de las mujeres moribundas;
otras creen ver sombras y bultos que se mueven deambulando por el interior de
la casa, dicen que son las almas en pena.
Hace más de 60 años
de que fueron cometidos esos asesinatos, los cuerpos de las victimas ya
quedaron convertidos en polvo en el fondo de sus sepulturas, que quien sabe
donde están o en que panteón quedarían, así que de allí no pueden salir
físicamente para andar rondando por las habitaciones de la casa haciendo ruidos
misteriosos para asustar a los vecinos. Sus espíritus, para los creyentes, no
han muerto, pues el alma es inmortal, pero también el espíritu es algo
inmaterial y como tal, no hace ruido, no proyecta sombra ni se puede ver. Así
las cosas, lo mejor es dejar descansar en paz a las almas de estas dos pobres
mujeres que murieron asesinadas por unos perversos sujetos hace ya más de 60
años, para que también puedan encontrar tranquilidad los vecinos de esa casona
de Aramberri entre Diego de Montemayor y Doblado.
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